Viejas caras, nuevas caras, pero las mismas cabezas

Por: César Contreras Enireb

Así como en el mundo entero se multiplican los esfuerzos para encontrar una vacuna contra el covid-19, en medio de esta pandemia ya se empiezan a barajar nombres de candidatos para las elecciones presidenciales del 2021. La mayoría, rostros ya conocidos que aspiran ser la cura para los males del Ecuador.

Disfrazados de discursos frescos y promesas a olvidar, creen que el pueblo ecuatoriano tiene mala memoria. Pero aún siguen latentes los actos de maleficencia cometidos por estos personajes que piensan, una vez más, enquistarse en el poder.

El país se ve amenazado con el retorno de las mismas prácticas políticas del pasado. Los que ahora claman por reducción de impuestos son los que registran juicios con el Servicio de Rentas Internas por evasión tributaria y en gobiernos anteriores propusieron incrementar el IVA. Aquellos que pregonan por beneficios para la clase obrera son los que arrastran denuncias por explotación laboral.

La doble moral de las leyes tributarias, que fueron promocionadas para ayudar a pequeños negocios y comerciantes, terminaron favoreciendo a los grandes sectores empresariales y bancos. Algunos fueron miembros de juntas monetarias que impulsaron leyes que quebraron entidades financieras, dando paso al imperdonable feriado bancario.

Exfuncionarios y actuales colaboradores del régimen de Lenin Moreno también esperan volver a gobernar. Aún está vivo el mal manejo del paro nacional de octubre del 2019, el de Carchi y la huelga de hambre de los jubilados, también ocurridos el año pasado. Todavía recordamos a los que participaron en la toma de decisiones de este Gobierno que sin decoro desnudó su autoritarismo y violó derechos fundamentales.

Viejas caras, nuevas caras, pero las mismas cabezas. Son el continuismo de lo que ya no queremos. Es momento de buscar un nuevo estilo de hacer política. Se necesita un líder independiente, un candidato sorpresa, o para utilizar un anglicismo: un outsider. Alguien que no siga engordando el obeso Estado, usando empresas públicas como caja chica para sus despilfarros; y que se enfoque en brindar lo principal que necesita el pueblo: salud, educación, trabajo y seguridad. El Estado debe fomentar el crecimiento económico y empresarial, pero controlando las reglas del juego y buscando la unidad nacional.