La esencia de la zona norte logró sobrevivir al paso del tiempo

Muchos años después, cuando las familias se divierten en las atracciones del Parque Norte, o caminan por los sombreados y sinuosos caminos del Jardín Botánico, sale a la luz un libro que recuerda una historia singular. Justo allí, a finales del siglo XIX, existió una casa de baño a la que asistían personas con cierto nivel social.

Esa, la más famosa de la ciudad, se convirtió en un lugar de esparcimiento para tomar aguardiente, comer empanada y departir. De El edén al parque público, del arquitecto Juan Sebastián Bustamante, es el libro que rememora la historia cultural y urbanística de esta importante zona de la ciudad. Bustamante, quien trabaja en el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit (Urbam), compiló la historia de este lugar de 1913 a los años 60.

Y lo hizo de una manera particular, poco común entre sus colegas: recogiendo los productos culturales que la ciudad produjo durante esa época. Es decir, sus fuentes son, en su mayoría, crónicas aparecidas en la prensa, historias, fotografías. “La investigación duró dos años. Mi objetivo fue claro: demostrar cómo los discursos, las crónicas y las historias forjaron la identidad de la zona norte de Medellín”, explica el investigador.

La investigación duró dos años. Mi objetivo fue claro: demostrar cómo los discursos, las crónicas y las historias forjaron la identidad de la zona norte de Medellín

Su idea se entiende de la siguiente manera. Luego de que el Edén (la casa de baño) dejó de funcionar, un discurso potente comenzó a recorrer las calles de la ciudad, los medios de comunicación y empezó a calar en el imaginario colectivo: el bosque. “En 1910 se define allí El Bosque Centenario de la Independencia. La idea la forjó en especial la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, en cabeza de Ricardo Olano y sus artículos en la revista Propaganda Cívica”, explica Bustamante.

Al comienzo, como bien lo señala el autor, era solo un discurso: no había ni un solo árbol que diera sombra, era apenas un potrero pelado al que llamaban con mucha pretensión ‘el bosque’.

El sector se deterioró mucho. Fueron muchos años hasta que en 2004 se remodeló todo el paisaje urbanístico del sector. Es como una vuelta al pasado, a la historia del lugar

Pero llamarlo así no era producto del azar o de la vanidad de los habitantes de Medellín. Para esa época, agrega Bustamante, a la ciudad estaban llegando las ideas europeas de la importancia de los parques para las ciudades contemporáneas.

Uno de los más entusiastas con la idea de los nuevos parques fue precisamente Ricardo Olano, activo funcionario de la Sociedad de Mejoras Públicas. La nueva idea de estos espacios se contraponía con las plazas, comunes en la tradición colonial hispánica. “Las plazas son lugares duros, sin árboles, de puro cemento. El parque, por el contrario, tiene árboles, bancas. Tal vez el primer antecedente de un sitio con vocación de parque sea el Bolívar, pero el primero en serlo fue en realidad el Bosque de la Independencia”, anota Bustamante.

Del imaginario de bosque se pasó a la realidad. En 1913, con la ayuda de los ciudadanos, se comenzaron a sembrar árboles que comenzaron a formar, por fin, el incipiente bosque.

Los discursos, crónicas y fotos fueron importantes para la creación de la zona norte de Medellín y permitieron que se conservara a pesar del tiempo

En el libro se evidencia que en esa década y la siguiente el sitio carecía todavía de la vigorosa y hasta exuberante vegetación con que después contó. “Se convocó a la gente para que llevara semillas y las sembraran. Se dice que unos 3.000 árboles fueron plantados por los ciudadanos”, precisa el arquitecto.

En la década del 40 ya la gente gozaba bajo la sombra de guayacanes o yarumos. Incluso, dentro del libro aparece una invitación que se hace a los ciudadanos para que disfruten del parque, su lago y el ambiente campestre dentro de la ciudad.



Bustamante reconoce que el sector comenzó a deteriorarse en los 50. Para esa época, un estigma cayó sobre ese sector de la ciudad y las familias tradicionales se mudaron a otras zonas de la ciudad. Por eso la investigación va hasta la década del 60. “El sector se deterioró mucho. Incluso, se volvió peligroso. Fueron muchos años hasta que en 2004 se remodeló todo el paisaje urbanístico del sector. Es como una vuelta al pasado, a la historia del sector”, relata el autor.

En 1910 se define allí El Bosque Centenario de la Independencia. La idea la forjó en especial la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, en cabeza de Ricardo Olano.

Bustamante tierne una hipótesis particular de por qué el sitio sobrevivió y se convirtió hoy en un epicentro de encuentros y disfrute: los relatos, las crónicas, las historias, la literatura y los productos culturales formaron un imaginario lo suficientemente fuerte para que el ‘progreso’ no destruyera la vocación del sector.

Miguel Osorio Montoya

Para EL TIEMPO

MEDELLÍN

@MigoroMontoya