Las ciencias sociales en tiempos de crisis sanitaria

Desde que hubo una eslabonada suerte de primavera latinoamericana en octubre de 2019, con sus distintos procesos y resultados, hemos vivido una serie de acontecimientos farragosos. Ahí estuvieron las experiencias en Ecuador, Puerto Rico y Chile, por citar casos concretos. Por un lado, han sido variadas las propuestas, variados los resultados de dichos procesos; por otro, manifestaron el permanente caldo de cultivo socioeconómico que vive la región.

Asimismo, las circunstancias actuales de emergencia sanitaria debido a los índices de crecimiento abrupto de ciudadanos contagiados por el Covid-19 marcan pautas para horizontes desesperanzadores. Sin embargo, si la población asume índices de disciplina no usuales en Latinoamérica, las posibilidades de afrontar positivamente son mayores. Además, hay otra emergencia que radica en depositar nueva y fuerte confianza en que se aguarda que la investigación científica avance en consecuencia.

Evidentemente, en nuestro caso hablamos de la investigación científica en el marco de las ciencias sociales. Una línea se inclina a sopesar el campo político que es la palestra donde los poderes se configuran y se hacen sentir. Siempre hay, dependiendo de si es vertical u horizontal, la línea de poder, alguien que lo goza y alguien que lo sufre. Quiere decir que los movimientos poscoloniales hacen lo suyo para conjurar, mediante sus avances, los embates de los grupos hegemónicos. Como afirma Raúl Villarroel (2020), las ciencias sociales se han visto a lo largo de estos últimos tiempos impelidas a una dinamia distinta a su naturaleza; esto es, a una pauta de procedimientos que pueden considerarse diametralmente opuestos a su esencia, “porque intuyen que ha sido extraída de órdenes epistemológicos provenientes de otros regímenes de comprensión del mundo y la sociedad, definidos por criterios de rendimiento económico, fundamentalmente”.

Afortunadamente, al calor de los acontecimientos de última data se les ha conferido nuevamente a dichas ciencias sociales, que incluyen las de vecindad filosófica e histórica, un prestigio que jamás debieron haber perdido. Se trata de una suerte de aceptación de su noción crítica que, ante eslabones como las manifestaciones callejeras de octubre en Latinoamérica y las protestas contra la represión racista y violenta que ha tenido consuetudinariamente la fuerza policial en muchos espacios geográficos. Parece que ha llegado un momento de justipreciar antecedentes y procesos. A eso se le suman los comportamientos distintos que ha tenido la población a nivel local, regional, nacional y en el mundo en lo concerniente al Covid-19 y a las respuestas plausibles o no.

No solo se trata de una crisis vinculada a la salud en el planeta, sino que ha levantado las losas de un estado nada sano vinculado a la cosa pública. Las ciencias sociales, esto es, los estudios relacionados con la obra humana (incluida la economía), trazan puentes con las ciencias duras: el error y el ensayo acometen como herramientas para las presentes y futuras investigaciones en cuanto a las variables, las dimensiones, los indicadores. Por citar un caso concreto, en lo que atañe a la semiótica, la proxemia específicamente, estas circunstancias darán de qué comentar en cuanto al cuerpo en tanto realidad simbólica, el cuerpo como límite con el otro, el cuerpo que se piensa como individuo y como colectivo. Y por supuesto, el cuerpo confinado, el cuerpo separado del otro por distancias reales, sociales, en medio de situaciones tradicionales a través de la convención y convenciones de nueva data. Los estallidos sociales a corto, mediano y largo plazo son y serán también objeto de estudio, al igual que la configuración social de los espacios locales, nacionales, etc., y la visibilización de los procesos comunicacionales. Toda una tarea. Empecemos. (O)

Luis Carlos Mussó