La historia del pueblo que fue arrasado por un río de fuego
Fue la única sobreviviente de su familia. Cecilia perdió a siete familiares que hacen parte de las 84 víctimas mortales que dejó el atentado. Y ella, al igual que otras 30 personas, quedó marcada con secuelas de por vida, físicas y sicológicas.
Los brazos con los que sacó a sus familiares le quedaron calcinados con heridas que aún le duelen, pero no tanto como el olvido del Estado. Un olvido que lleva 20 años. Es por eso que no los esconde, de la camisilla gris que viste sobresalen las secuelas de aquel incendio voraz como una cicatriz viva que no ha sido sanada, ni reparada.
“Esta es la hora que seguimos esperando…20 años ya ¿Hasta cuándo vamos a tener que seguir así?”, le pregunta al aire.
Al igual que sus brazos lacerados y quemados, Cecilia no tiene reparos en mostrar el estado de algunas casas que el gobierno entregó pero que nunca arregló. Techos rotos, muros agrietados y puertas raídas atestiguan el abandono en el que están.
Dice que tan solo han recibido apoyo de dos fundaciones en Bogotá, algo que ayuda, pero no basta.