Jorge Eliécer Gaitán omnipresente

En Pueblo Bello, municipio cesarense de la Sierra Nevada de Santa Marta, hay también parque Jorge Eliécer Gaitán y, en él, una estatua en su honor –se dice que fue llevada allí clandestinamente por dos hermanos–, como nadie sabe en cuántas ciudades y municipios perdidos de Colombia.

En todas las capitales, las de mayor población, hay por lo menos un monumento a Gaitán, o un parque, o una calle o un colegio.

Qué no decir de los innumerables colombianos que se llaman Jorge Eliécer, en su homenaje. Solo los bautizados Jorge Eliécer Gaitán se acercan al medio millar. Su memoria no está perdida en absoluto.

Su pensamiento identifica aún a muchas generaciones, así como la búsqueda de equidad y la necesidad de combatir el poder de la corruptela política.

En su breve existencia –45 años– fue ministro de Educación y de Trabajo, senador y alcalde de Bogotá y candidato a la presidencia 1946-1950. No es exagerado decir que es omnipresente, pese a su sacrificio. En 2011, el Emisor lanzó por primera vez el billete de 1.000 pesos en homenaje a Gaitán. Se han producido obras de teatro, novelas, telenovelas, películas, libros de documentación en torno a su vida, no porque alguien diga que hay que mantener su legado.

Es una corriente que tiene vida por sí misma. No es solo un héroe popular, sino un superhéroe de nuestro imaginario.

Gaitán vive 1

El clásico Gaitán de La Perseverancia, en Bogotá. Allí iba a jugar tejo y todavía se venera.

Foto:

Carlos Ortega / EL TIEMPO

Gaitán vive 2

El actual Teatro Municipal de Bogotá rinde homenaje a Gaitán.

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Carlos Ortega / EL TIEMPO

Gaitán vive 3

Estatua del barrio Jorge Eliécer Gaitán, en la altura de la comuna 6, en el norte de Cali.

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Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO

Gaitán vive 4

Lugar en donde cayó Gaitán. Cada año, por estas fechas, los bogotanos colocan allí flores, mensajes y cartas al caudillo.

Foto:

Carlos Ortega / EL TIEMPO

Gaitán vive 5

Monumento de cuerpo entero situado en el parque del barrio Gaitán, en el noroccidente bogotano, con el gesto aguerrido que más se recuerda de la oratoria del líder liberal.

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Carlos Ortega / EL TIEMPO

FRANCISCO CELIS ALBÁN

Editor de EL TIEMPO