Una alegre fiesta en la discoteca Tropirrumba, el 17 de mayo de 1985, la silenció un disparo al aire de un soldado que se había instalado en la calle. En medio del miedo que la detonación del proyectil empezó a sembrar, un guerrillero salió a enfrentar al uniformado.
En el intercambio de disparos murieron cuatro campesinos. El soldado y el guerrillero salieron ilesos. Pero ese múltiple homicidio se convirtió en el inició de la más feroz guerra que vivió Piñalito, en Vista Hermosa, durante 30 años.
La discoteca Tropirrumba, de Pablo Granados, que también era el sitio donde se hacían bazares para recolectar fondos para los trabajos de mejoramiento del pueblo, obras de teatro, las fiestas del día de la madre y reuniones familiares se convirtió en uno de los cinco sitios que mayor impacto tuvieron en el conflicto armado de esta población del Meta.
Los integrantes del Comité de Reparación Colectiva, integrado por sobrevivientes de Piñalito que vieron morir a sus familiares y a sus vecinos, así lo determinaron el pasado martes en una procesión que hicieron por las calles de la población con cuatro inmensas banderas blancas como un acto de memoria y reparación colectiva que permita que los hechos de barbarie que vivieron no se vuelvan a repetir.
La gallera donde masacraron a 17 personas, la casa de pique donde descuartizaban a las víctimas, el puente colgante sobre el río Güéjar donde arrojaban los cuerpos desmembrados y la Institución Educativa Gabriel Mistral atacada por los violentos fueron las otras cuatro estaciones que recorrieron los integrantes del Comité de Reparación Colectiva.
En cada uno de los sitios los habitantes de Piñalito contaban qué pasó frente a sus pobladores y sus acompañantes, delegados de las Naciones Unidas, de organizaciones de cooperación internacional y nacional como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad), Usaid, Acdi/Voca y la Corporación Desarrollo para la Paz el Piedemonte Oriental (Cordepaz), así como de funcionarios de la Unidad para las Víctimas, el Centro Nacional de la Memoria Histórica, la Comisión de la Verdad y de las autoridades locales.
Bonanza y masacre
Esa población fundada hacia 1955 le llamaron Piñalito porque el primer cultivo que de sus fundadores fue piña, después sembraron maíz, plátano, yuca y arroz hasta la década del setenta cuando llegó el cultivo de marihuana. “Tuvo gran apogeo hasta que un avión de los gringos que venía a comprarla se accidentó y como nadie venía a llevársela los caleteros, que se encargaban de esconderla y cuidarla, la echaron al río Güéjar para evitar ser capturados por el Ejército», recuerda José Hermides Loaiza, que vive en Piñalito desde 1975.
Luego, en la década de los ochenta empezaron a traer coca peruana y luego coca amarga, cuyos resultados económicos eran muy superiores para los campesinos con respecto a los cultivos de yuca y plátano.
En medio de la bonanza coquera ocurrió la masacre de la gallera, que era el sitio de mayor diversión de la época, donde la gente que venía de las veredas se reunía a divertir tomando cerveza o jugando a los gallos cada ocho o quince días.
Entre las 10:00 y las 11:00 de la noche del 20 de febrero de 1988 un comando paramilitar integrado por un puñado de hombres provistos de armas largas llegó a la entrada del pueblo en varios carros, se bajaron, cortaron el fluido eléctrico y se dirigieron a la gallera mientras gritaban: “dónde están esos guerrilleros cobardes hp…”.
A unos 40 metros empezaron a disparar con fusiles contra la montonera que estaban en la gallera. “Allí murieron 17 personas y por otras cien resultaron heridas, mi joven prima Roselía García, que estaba en estado de embarazo, también murió”, recuerda Loaiza. Paradójicamente, ninguno de los muertos era guerrillero, quienes en esa época venían al pueblo y hacían rondas en grupos de dos y hasta cinco hombres.
En el puente colgante sobre el río Güéjar sus pobladores instalaron la museografía con flores, imágenes, textos, vehículos de transporte y herramientas de trabajo,
Cortesía Unidad para las Víctimas
Una de las estaciones del viacrucis de la memoria, del martes pasado, fue el colegio Gabriel Mistral, después de concluida la zona de distensión, rememoró Luis Edier Arias. Vista Hermosa hizo parte de los municipios de esa zona, entre el 7 de noviembre de 1988 y el 20 de febrero de 2002.
En una tarde de entrega de boletines a los padres de familia hubo un combate y desde las partes altas cayeron dos granadas al colegio que por fortuna no cobraron muertos, pero que dejaron heridas a algunas personas, contó Arias. Otro ciudadano recordó que en medio del fragor de los combates los guerrilleros corrieron a ocultarse en el colegio y desde las afueras del pueblo la fuerza pública lanzó las granadas.
En medio del particular viacrucis alguien recordó la gran deserción de estudiantes que se presentó en el colegio después de la época de la zona de despeje porque los muchachos se iban a integrar los grupos armados y en su gran mayoría regresaron muertos o desaparecieron.
Durante la zona de distensión un guerrillero tenía una casa que convirtió en el sitio para llevar y descuartizar personas, cuyas partes desmembrabas arrojaba al río Güéjar desde el puente colgante.
Después de la zona de distensión, contaron en Piñaliro, la casa quedó en manos de las autodefensas, a quienes el Ejército les entregaba las personas que los paramilitares descuartizaban y por partes arrojaban al río.
La procesión del pasado martes por las calles de la población con cuatro inmensas banderas blancas como un acto de memoria y reparación colectiva.
Cortesía Unidad para las Víctimas
Joaquín Salinas expresó que la época más dura de los descuartizamientos ocurrió entre los años 2004 a 2006, cuando se adelantó el proceso de desmovilización de las autodefensas. Gloria Mesa agregó que las mayores víctimas eran campesinas que venían del sur, a quienes les deba terror pasar por Piñalito.
Pero no era una sola casa, había otra -dice Mesa- pero el Comité de Reparación Colectiva escogió la casa esquinera para rememorar esa historia, que hoy se encuentra abandonada porque tiene mayor reconocimiento de la comunidad por los actos atroces que allí se cometieron.
El último sitio de la visita fue el puente colgante sobre el río Güéjar, que adornado con flores, imágenes, textos, herramientas y vehículos de transporte, que llamaron museografía, resumen la historia de barbarie que sufrió Piñalito.
La crueldad de esa guerra, a su vez, está consignada en el libro con los testimonios de los habitantes de la población ‘Memoria histórica y colectiva de Piñalito’, que la directora de Cordepaz, Sonia Pabón, les entregó a la comunidad y al comisionado regional de la Verdad, Alfredo Molano.
En medio de la ceremonia, el personero de Vista Hermosa, Carlos Raúl Rojas, entregó una buena noticia. En los últimos tres años se han reducido el 95 por ciento las denuncias asociadas al conflicto armado como homicidios, desapariciones, desplazamientos, reclutamientos forzados, pues la mayoría de hechos que están reportando en su despacho ocurrieron antes del año 2015.
A su vez, desde la Unidad para las Víctimas informaron que el plan de Reparación Colectiva formulado por el Comité de Reparación Colectiva ya fue aprobado y que están esperando la apropiación de los recursos para empezar a ejecutarlo, el cual beneficiará no solo a las 350 familias que viven en el caserío sino a los 45 veredas de ese sector de Vista Hermosa.
El mismo incluye el reforzamiento y mejoramientos de las infraestructuras del puente colgante y el colegio, una trilladora de arroz para mejorar la producción y capacitación para mejorar el encadenamiento productivo, recuperación de actividades culturales y lúdicas como la semana cultural y los bazares, actividades de recuperación de la memoria histórica, así como apoyo psicosocial a algunas familias afectadas por el conflicto.
Los habitantes de Piñalito manifestaron que después de la turbulenta época de guerra que se resumió en el viacrucis con las cinco estaciones, en los últimos tres años se ha convertido en la resurrección por la paz que hoy disfrutan, en el que destacan el puente colgante como símbolo principal porque junta dos puntos y rescata de la memoria histórica y la verdad que debe derrotar el miedo sembrado desde el fiesta en la discoteca Tropirrumba el 17 de mayo de 1985.
NELSON ARDILA ARIAS
Corresponsal de EL TIEMPO
Enviado Especial a Piñalito
Twitter: @nelard1