En Palmitas, el cable aéreo por fin volverá a iniciar operaciones
La primera casa al llegar al sector de El Morrón, parte alta del corregimiento de San Sebastián de Palmitas, al occidente de la ciudad, es la de Florenza Correa.
Ella es la lideresa de la Junta de Acción Comunal de la vereda La Sucia. Una mujer de cabello corto y trato gentil que desde hace 25 años vive en el corregimiento en compañía de su esposo, tres hijos y una hermana. El drama que vive desde el 24 de junio de 2018, cuando el teléferico que le servía para sus desplazamientos dejó de funcionar, está a punto de terminar.
“Cuando el cable estaba salía a mercar, a hacer vueltas a San Cristóbal, las citas con los especialistas no se perdían”, recuerda.
La mujer, que tiene un hijo con condiciones especiales, debido a que el transporte le queda más lejos y más caro, le tocó atrasar las citas médicas, pasó de pagar entre 2.000 y 3.500 pesos por pasaje a casi 8.000 y, como si fuera poco, perdió su empleo de auxiliar de servicios varios en Medellín porque la plata que se ganaba era menor a la que se gastaba en los recorridos.
La desdicha, aunque tarde para remediar los males causados, se convertirá en alegría desde el próximo lunes 9 de septiembre cuando, según lo confirmó el subsecretario de Ejecución y Mantenimiento de la Secretaría de Infraestructura, Andrés Felipe Uribe, la ansiada reapertura del cable aéreo será una realidad.Pero no solo será felicidad para Florenza, también lo será para los cerca de 6.000 habitantes de la zona cuya situación trastocó sus dinámicas. El trayecto, que antes les tomaba entre 8 y 12 minutos, ahora no baja de una hora y media. Y para ellos, que dependen de su economía rural, el panorama fue desolador durante estos 14 meses.
El corregimiento de San Sebastián de Palmitas tiene una economía rural, principalmente de café, plátano, caña y cebolla.
Jaiver Nieto
El 24 de junio de 2018, el último domingo de ese mes, casi se convierte en el último día de la vida de cuatro personas. El motivo: la cabina en la que se desplazaban por el aire quedó suspendida en la mitad del recorrido cuando uno de los tres cables que la sostenían se rompió.
(Lea aquí el Testimonio del hombre que quedó atrapado en el teleférico).
La zozobra y el miedo se apoderó de los ocupantes. Durante 12 horas estuvieron colgando en medio del vacío a una altura de 250 metros.Al otro día, el lunes 25 de junio, se anunció que las operaciones del teleférico, donde sucedió el episodio, serían suspendidas de manera indefinida.
El cable aéreo llegó a cambiar la vida de los habitantes de la zona luego de su inauguración en el 2010, cuando se materializó el sueño que habían empezado a construir en 1994 cuando, según ellos mismos, arrancaron los estudios. Y fueron 18 los años que estuvieron sacando dinero del Presupuesto Participativo para hacer de ese sueño una realidad. Invirtieron 7.793 millones de pesos en su momento. La conexión auguraba progreso.
Para el desmonte de la cabina y para el estudio de las causas de la falla y la reparación del medio fueron invertidos más de 350 millones de pesos, según informó la Secretaría de Infraestructura, en noviembre del año pasado. El convenio fue firmado con la Universidad Nacional.Finalmente, expertos de esa institución descartaron que el accidente hubiese sido producto de un mal mantenimiento o de errores en la construcción, se trató, pues, de fallas en uno de los anclajes.
Medidas que mitigaron cierre
Según la Alcaldía de Medellín, las implicaciones que este cierre ocasionó a los habitantes del corregimiento permitió la recuperación de 1.300 metros de vías terciarias para que los vehículos ingresaran a las veredas La Frisola, La Sucia y La Aldea, que son las zonas perjudicadas.
La inversión para estos trabajos fue de 330 millones de pesos. Además, en una de las estaciones del sistema fue habilitada una escuela para que los niños no se desplazaran.
Por otro lado, Terminales de Medellín seguirá siendo la entidad encargada de la operación del sistema.
Vivir sin el cable
Los pobladores que lindan con la última estación del recorrido del cable (El Morrón) se sienten incomunicados, sin una extremidad. Dependen de la fortaleza de sus pies y de su resistencia física para subir la topografía desafiante que separa el último tramo de carretera con sus moradas.
Así son las cosas. La ruta: entrada a la vereda La Sucia hasta el sector El Morrón. El obstáculo: un camino empinado con picos elevados de montaña, cuya terminación se pierde y es incierto, un cielo sin nube alguna y unos rayos de sol abrasadores que se ciernen, inclementes, sobre cualquier caminante, casi todos los días.
Pero cuando llueve el lodazal impide los pasos firmes y el agua retrasa la escalada. No se sabe qué es peor.
Hace poco más de 20 años no existía una vía transitable, había, en cambio, una trocha. Pero hoy, por fortuna, son las piedras empotradas en cemento las que se posan sobre la montaña. A veces tosco, ya agrietado por el devenir caprichoso del tiempo y por el sobrecargo que las mulas llevan sobre su lomo en su trasegar.
Manifiesta que, aunque el teleférico hace mucha falta, así lo inauguren “hoy o dentro de dos semanas, yo allá no me subo. ¡Qué miedo! Mi hermano sí lo está esperando, pero yo ni loco
Solo tres niños y tres jóvenes viven en El Morrón, el resto se fueron porque no les interesan las actividades del campo. Son en total 27 las familias que viven en el sector.
La mirada y la sonrisa amable de los habitantes de las 17 casas de las montañas operan como la más eficiente gasolina para que el camino se haga menos asfixiante. “Así nos toca todos los días”, dice, entre respiraciones aceleradas, Oscar Estrada, campesino de la zona, quien se dispone a llevar el primer bulto de café sobre su escápula hasta La Aldea.
Al hombre le espera una hora de camino. Manifiesta que, aunque el teleférico hace mucha falta, así lo inauguren “hoy o dentro de dos semanas, yo allá no me subo. ¡Qué miedo! Mi hermano sí lo está esperando, pero yo ni loco”, dice. Pero su casa tan solo está a mitad de la ruta, en La Loma. En ese punto empieza a verse el camino resquebrajado, donde se forman huecos a causa de las piedras quitadas del recorrido.
Florenza Correa es la lideresa de la Junta de Acción Comunal de La Sucia. Hace 25 años vive en el corregimiento.
Jaiver Nieto
La primera casa al llegar al sector de El Morrón es la de Florenza. Jefferson David Espina, uno de sus hijos, estudia Sistemas en el Tecnológico de Antioquia. Las ganas de aprender le dan el impulso de transitar por las vías caprichosas y de topografía desafiante para cumplir todos los días con sus deberes estudiantiles.
“Me levanto a las 4 a. m. para organizarme y salir a coger el bus arriba en la carretera, en La Aldea. Para poder llegar con tiempo, tengo que salir antes de las 4:30 a. m. de la casa. El bus lo cojo a las 5 a. m. o 5:30 a. m. y así alcanzar la clase”, explica.
Y, para retornar a su casa luego de una jornada exhausta, se enfrenta nuevamente al terreno empinado. Desde que sale se demora entre tres y cuatro horas en retornar a su hogar. Y así, todos los días. Cuando el cable funciona sus trayectos no pasan de los 40 minutos.
Las expectativas
El teleférico movilizaba, a través de cuatro cabinas, alrededor de 200 personas al día, antes de la suspensión de sus operaciones.
Está compuesto por tres estaciones: La Aldea, Las Teresitas y El Morrón. En su reapertura contará con tres cabinas, debido a que la que se averió salió de funcionamiento.
Esperan ansiosos el momento en el que dejen de transitar a pie la pedregosa vía. Porque el teleférico, para ellos, es su mano derecha. “Para mí el cable es calidad de vida, mejora un cien por ciento
Para los habitantes de la zona que el cable no funcione en un 100 por ciento es algo negativo.
Sin embargo, esperan ansiosos el momento en el que dejen de transitar a pie la pedregosa vía. Porque el teleférico, para ellos, es su mano derecha. “Para mí el cable es calidad de vida, mejora en un cien por ciento”, expresa Iván Pulgarín, otro campesino.
Los pobladores esperan que se revise la capacidad de las cabinas para que puedan tener confianza plena en el cable.“Sí, sea 600 kilos o 8 personas es mucho”, manifiesta Fabio Muñoz, un caficultor a quien este cierre le dejó pérdidas superiores a los dos millones de pesos.
Del desencanto, ahora el semblante es de esperanza. “Esperemos que ahora, por fin, nos cumplan”, sentencia Correa.
Isabella Morales Quiceno
Para EL TIEMPO
MEDELLÏN@isamquiceno