Así fue como Medellín dejó atrás grandes fábricas y se transformó
Desde el 2000, Medellín y el valle de Aburrá han sido testigos del cierre paulatino de algunas de sus fábricas más emblemáticas, como Tejicóndor o Textiles Colibrí, así como de la reducción progresiva de otras, como Everfit, Coltejer y Fabricato.
Este año, la ciudad recibió dos grandes golpes: el desmonte definitivo de la cristalería Peldar, fundada en 1939, y la clausura de Coltabaco, creada en 1919 y cerrada por Philip Morris, el pasado 5 de junio.
Estos hechos son la evidencia de que la economía centrada en la grandes fábricas quedó atrás y, con ellas, el sueño de muchos paisas, que comenzó en los 60, de trabajar en estas icónicas empresas.
Pero ese conjunto de cierres y decrecimiento de empresas, aparte de generar incertidumbre en las familias de cientos de trabajadores que se quedaron sin empleo, habla de una transformación del perfil de la capital antioqueña.
¿Por qué están cerrando las fábricas? ¿Qué sucesos detonaron en el inicio de la contracción de la industria antioqueña? ¿Cuál es la estrategia y el futuro de las empresas que aún se rehúsan a cerrar?
“Lo que estamos viendo en las últimas décadas, más que una desaparición –porque aún se conservan importantes empresas–, es que estamos asistiendo al nacimiento de nuevos sectores que han irrumpido con crecimiento y calidad, como lo es el comercio y servicios. Es que antes éramos muy monodependientes”, explica Sergio Ignacio Soto, director de la Federación de Comerciantes de Antioquia.
El líder gremial sustenta su afirmación destacando el fortalecimiento de otros sectores. Por ejemplo, Empresas Públicas de Medellín (EPM), que se consolida como la primera en servicios integrados en América Latina. También señala el auge comercial de los últimos 30 años, sustentado en cifras como las que muestran que solo en el centro de la ciudad tienen asiento más de 20.000 empresas del ramo y, después de Sandiego, los centros comerciales suman ya 100, contando los creados en barrios de la ciudad y en las principales subregiones del departamento.
Industrias por tierras
Para José Ignacio Díez, economista de la Universidad Nacional, quien ha estudiado este tema, desde la economía podrían identificarse varios factores que expliquen la desindustrialización del valle de Aburrá. En primer lugar, habla de la renta de la tierra. Lo que significa que en el área urbana da más dinero tener un centro comercial o una urbanización que una fábrica. En segundo lugar, el problema de la contaminación, pues como la ciudad está en un valle cerrado, hay presión desde las normas y las leyes para que las fábricas vayan saliendo.
Díez agrega un tercer factor y lo atribuye a la aparición de nuevos actores en la economía colombiana a partir de la apertura económica de la década de 1990, impulsada por el gobierno de César Gaviria. Esta condición, según el economista, generó que muchas empresas se fueran a países más atractivos desde el punto de vista de los impuestos o comenzaran a tejer alianzas con empresas en Asia, donde los costos de producción son mucho más pequeños.
Armando Castillo, quien hasta hace dos meses ocupó la vicepresidencia de Mercadeo y Ventas de Fabricato, coincide en ese diagnóstico y agrega que es una situación que aún golpea fuertemente al sector textil, causando duras fricciones entre el Gobierno Nacional y la Cámara Colombiana de la Confección.
“La apertura fue dada sin que internamente las empresas tuvieran las condiciones para competir, lo que hizo que la situación cambiara bruscamente. Antes de ella, el mercado era más cerrado, lo que permitía que todo lo que producía el sector textil se vendiera. La apertura no solo significó la llegada de importaciones legales, sino también el incremento sustancial del contrabando abierto; entiéndase subfacturación, ‘dumping’ (ventas a pérdida), lavado de dólares y más”, dice Castillo.
Los nuevos aportes
Esta transformación de la economía regional ha quedado plasmada en indicadores como el de la composición del producto interno bruto (PIB) de Antioquia. Por ejemplo, según el Dane, el sector secundario (la industria) pasó de tener una participación del 39 por ciento del PIB en 1960 al 32 por ciento en 2010, y actualmente representa el 16,3 por ciento; mientras que el sector terciario (servicios) pasó de aportar el 45 por ciento del PIB en 1960 al 61 por ciento en el 2010.
En cuanto al empleo, las últimas cifras del Dane arrojaban que durante el primer trimestre de 2019, la actividad económica que más empleo aportaba al valle de Aburrá eran los hoteles y restaurantes, con el 28,7 por ciento de la mano de obra; seguido de servicios comunales, con el 21,4, y en tercer lugar aparecían las manufacturas, con el 18,4 por ciento de los empleos.
Sin embargo, de acuerdo con un informe presentado por Lina Vélez, directora de la Cámara de Comercio de Medellín, el pasado jueves en el Seminario Anif-Fedesarrollo, donde habló de los retos de la industria manufacturera de Antioquia para la transformación productiva, este sigue siendo un sector vigente, con un peso significativo en la economía regional y con grandes oportunidades en la transformación productiva del departamento.
La lógica del capital es reinventarse, y esto es lo que viene ocurriendo en las grandes ciudades. Esa es la dinámica que está teniendo Medellín, donde ya hay unos caminos que se están explorando
Las nuevas empresas
Con un valor agregado de 20 billones de pesos, la manufactura antioqueña aporta aproximadamente un 20 por ciento al valor agregado manufacturero del país, que representa el 16,3 por ciento del PIB de Antioquia.
En este departamento existen 25.000 empresas manufactureras con activos por 58 billones de pesos.
“La lógica del capital es irse reinventando, y esto es lo que viene ocurriendo en las grandes ciudades del mundo. Por ejemplo, una ciudad como Nueva York, que era una urbe de textileras y productos químicos, ahora está volcada completamente a los servicios. Entonces hay hoteles, cines, teatros, restaurantes, telecomunicaciones, bancos. Esa es la dinámica que está teniendo Medellín, donde ya hay unos caminos que se están explorando”, explica Díez.
Esta percepción es compartida por la historiadora Catalina Castrillón, para quien esta coyuntura representa una oportunidad para fortalecer los nuevos sectores que están apareciendo en la economía local, como las industrias creativas, recientemente impulsadas por el Gobierno Nacional con el concepto de la economía naranja.
En el mismo sentido se expresó Paula Andrea Zapata, secretaria de Desarrollo Económico de Medellín, para quien el uso del término “desindustralización” no es el indicado para definir lo que ha venido ocurriendo en las últimas décadas.
Zapata explica que para el gobierno local el concepto de industria es ahora mucho más amplio e involucra elementos como ciencia, tecnología e innovación.
“Desde hace varios años venimos trabajando bajo la estrategia clúster, donde los diferentes clústeres tuvieron una transformación en nombre y en enfoque. Hay que concebir la ciudad en un contexto de región, donde el objetivo es apostarle a tener una base empresarial más especializada, empleos de mejor calidad y donde podamos darle respuesta a la dinámica que trae la cuarta revolución industrial”, agrega.
REDACCIÓN MEDELLÍN